Director General de IUS PRAXIS
Abogado
litigante.
Esta
semana se ha posicionado centralmente en
los medios de comunicación social y la opinión pública la noticia relativa a la
salida de Bolivia del ex- fiscal MARCELO
RICARDO SOZA ÁLVAREZ, no me ha sorprendido el hecho protagonizado por un
personaje que sabe mejor que muchos hasta qué punto la Fiscalía y los órganos
judiciales se hallan sometidos a los dictados del gobierno.
Marcelo
Ricardo Soza Álvarez sabe -porque él ha sido parte activa- del modelo vigente
de instrumentalización de la justicia penal con fines políticos.
Él sabe,
por experiencia y experimentos propio, que, desde hace por lo menos seis años
atrás, las decisiones de la justicia penal que competen a la jurisdicción o que
corresponden al Ministerio Público, en los casos en los que el Gobierno se
involucra -con pretensiones meta jurídicas-no las asumen los operadores de
justicia, las deciden en diferentes esferas de poder ajenas-formalmente- al
sistema judicial.
Soza,
cuando fungía como fiscal del denominado caso terrorismo, negaba intromisión
política en sus actuaciones, lo hacía lacónicamente, sin esforzarse en generar
argumentos distintos a los que sostiene y sostenía el gobierno.
Las
víctimas de la injustificada persecución penal dirigida, en su momento por
SOZA, reclamaron desde un principio la falta de objetividad del accionar del
Ministerio Público y la ausencia de independencia judicial, hoy, lo único
novedoso del fenómeno de judicialización de la política, es que uno de sus
serviles actores y protagonistas lo reconoce públicamente.
SOZA opta
por salir de Bolivia cuando pesan en su contra por lo menos tres acciones
penales, una en la que se ha dispuesto imputación formal y en las otras eludía
prestar declaración para evitar ser imputado por falta de ésta. De algún modo
Soza se ha debido enterar que perdió el poderoso respaldo político que durante
años le garantizó impunidad para violar derechos y garantías fundamentales y
que, de paso, le ha servido a él y a otros funcionarios de gobierno,
policiales, judiciales y la fiscalía-particulares de por medio-obtener
beneficios económicos indebidos, sea vía prebendas con origen en fondos
públicos y también a través de extorsivas gestiones a particulares.
La nota
que se atribuye a Soza, en cuanto a los hechos y el fenómeno de crisis dela
justicia penal, no aporta ninguna novedad, lo importante es su valor como
fuente, por quién lo dice: UN OPERADOR FISCAL AL SERVICIO DEL PODER POLÍTICO.
Dice, en
la nota que se la atribuye, que ha tomado la decisión
más difícil de su vida, ahora valora la libertad, reclama por garantías
procesales plenas, cuando él tenía el poder y el respaldo para afectar la
esfera de libertad y dignidad de otros ciudadanos, parece que las decisiones de
esa naturaleza no le eran tan difíciles. Dice ser el boliviano No.747 que solicita, asilo en Brasil, dato que demuestra la crisis estructural del
sistema de justicia en nuestro país, crisis a las que aporto eficaz y
eficientemente Marcelo Soza.
Dice haber valorado cuidadosamente los riesgos de una persecución
política en su contra-algo de los que él sabe muy bien porque ha sido parte de
ese esquema arbitrario de judicialización de la política y/o
instrumentalización política de la justicia penal-justifica su ilegal y
arbitrario accionar en este caso por la poco creíble expresión de que es un
luchador por el derecho y la
justicia-claro está que nadie está obligado a declarar contra sí mismo
y, de algún modo, tiene que justificar sus criminales actos de corrupción y de
anulación sistemática del sistema de garantías en este caso, violación de
derechos y garantías que sus autoridades han convalidado, en un acto de
sometimiento de la justicia al poder político. Pretendiendo mantenerse en un
status de privilegio y abuso de poder se
queja de que el gobierno hace oídos sordos -a sus exigencias de proteccionismo
por sus fechorías por haber sido “leal” al ejecutar las consignas de gobierno
en el caso Terrorismo- se queja del Gobierno-según él- porque simplemente calla
y permite que se le persiga penalmente como un vulgar delincuente -pesan en su
contra suficientes elementos de convicción para atribuirle responsabilidad
penal en la comisión de los delitos por los que está siendo investigado-, claro
está que SOZA pretendía que el Gobierno, como lo hizo en el caso Terrorismo,
direccione arbitraria y abusivamente los procesos penales en su contra para
garantizarle la impunidad que cree merecer.
Señala también, lo que se denuncia ante
autoridades nacionales y organismos internacionales desde hace tiempo, que es
el gobierno del MAS que durante años alentó sus abusos en el caso, confiesa, lo
que durante 4 años y 11 meses ha negado sistemáticamente: QUE EL GOBIERNO le
pedía -A SOZA- hacer una serie de acciones y actuaciones procesales, ilegales,
arbitrarias e injustificadas de involucramiento a gentes inocentes que son
opositoras al MAS.
Conocedor de la eficaz y arbitraria
influencia del Gobierno en la justicia boliviana y conocedor también de la
pérdida de respaldo gubernamental, expresa su temor por la falta de independencia
e imparcialidad de la justicia y huye del país, confesando el ejercicio de su
rol servil al Gobierno, servilismo del que los jueces de instrucción,
Tribunales de Sentencia y Vocales que han conocido del caso, son parte nefasta.
Los
hechos dados a conocer por SOZA, son hechos criminales, se constituyen en
delitos de acción penal pública, por lo tanto perseguibles de oficio por el
Ministerio Público.
Son tan
graves los hechos delictivos denunciados públicamente que afectan la esencia
misma del Estado de derecho, denotan abuso de poder, limitación de derechos y
garantías, sometimiento del órgano judicial y del Ministerio Público al órgano
ejecutivo, sin embargo, ningún Fiscal ha sumido su rol ni ha cumplido su deber
de persecución penal de oficio.
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