Delmar Méndez Aponte
Desde
sus orígenes, Santa Cruz de la Sierra estaba predestinada por sus creadores y
forjadores a ser un pueblo libre. Por eso, cuando, en el ocaso de la colonia
española, llegaron a estas llanuras las ideas de emancipación, aquí se
vislumbró un proyecto de nación libre sobre la base de la unidad de su
identidad cultural y social, una nación libre con identidad propia, forjada en
la homogeneidad de su estirpe, mestizaje, tradición, cultura, lengua, geografía
y modo de ser.
La
esencia de lo camba, con la peculiaridad de su cultura y su identidad como
pueblo, al iniciarse el siglo IXX ya había llegado a su madurez. A esta
sociedad cruceña, que tenía plena conciencia de sus bien definidas
características sociales, solo le faltaba un paso trascendental para adquirir
su estatus de nacionalidad y surgir como una entidad soberana.
El
24 de septiembre de 1810 comienza esta historia… termina 15 años después,
concretamente el 14 de febrero de 1825, fecha poco enaltecida y conmemorada,
fecha en que oficialmente se declara y proclama de independencia de Santa Cruz
como pueblo libre.
En
este corto periodo de tiempo ocurren paradójicas vicisitudes... Santa Cruz
lucha por su independencia, proyecta con claridad su ideal emancipador, obtiene
gloriosos triunfos, escribe su libertad con la sangre de sus hijos en
históricas batallas, consigue su emancipación, proclama su soberanía, nace como
república independiente y se gobierna con autonomía.
Es
una época intensa, de hazañas y triunfos, pero también de decepciones y
traiciones, que posteriormente habrían de determinar su convivencia, bajo un
mismo Estado, con otra nación, anexada caprichosa e innaturalmente a ella.
Los
movimientos ocurridos coincidentemente en la misma fecha, el 25 de mayo, en
1809 en Chuquisaca y exactamente un año después en Buenos Aires, si bien no se
iniciaron con claros objetivos independentistas, iniciaron un proceso que se
expandió al resto de las colonias, madurando años después con las ideas
libertarias se fueron forjando.
A
Santa Cruz llegaron, procedentes de Buenos Aires y de Chuquisaca, Eustaquio
Moldes y Juan Manuel Lemoine, respectivamente. Acompañó a estos, el cruceño
formado en Charcas, Antonio Vicente Seoane, quien conocía el vecindario.
Conocedores
ellos, que semanas antes se había producido un amotinamiento en el fuerte
militar ubicado en Membiray, cerca de lo que hoy es Camiri, tomaron contacto
con quienes habían promovido esa sublevación, el capellán del lugar, sacerdote
José Andrés Salvatierra y el segundo comandante de la guarnición, el coronel
cruceño Antonio Suárez.
Ellos
prepararon el movimiento que habría de gestarse el 24 de septiembre. Aquella
tarde, en Santa Cruz de la Sierra se celebrara el ritual religioso en honor a
la Virgen de las Mercedes. La congregación pública era propicia para convertirse
en cabildo y lanzar una proclama con la participación del pueblo. Y así se
hizo.
No
estando presente la máxima autoridad militar que se había retirado días antes,
el coronel realista José Miguel de Becerra, el coronel Suárez persuadió a los
militares a que se amotinen, creándose un clima de presión óptimo que permitió
la destitución del entonces gobernador de Santa Cruz, Pedro José Toledo
Pimentel.
Siguiendo
el modelo rioplatense, se nombró una junta de gobierno presidida por el coronel
Suárez e integrada, entre otros, por el padre Salvatierra y Antonio Vicente
Seoane.
Y
así concluyó la gesta del 24 de Septiembre de 1810. No se disparó ni un solo
tiro. No hubo heridos ni refriegas. Los emisarios Moldes y Lemoine pronto se
marcharon, uno regresó al interior y el otro pasó de gobernador a Chiquitos.
De
Antonio Vicente Seaone no se supo absolutamente nada durante los próximos 15
años cuando vuelve a aparecer para cambiar funestamente el curso de la
historia.
Muy
poco tiempo se mantuvo en Santa Cruz ese estado de cosas. Al cabo de algunos
meses, la junta gubernativa se disolvió. El coronel español José Miguel de
Becerra, regresó a Santa Cruz, esta vez con el título de gobernador que le
había conferido un temido brigadier español, José Manuel Goyeneche, máximo jefe
del realismo en territorio altoperuano. Becerra gobernó con crueldad Santa Cruz
hasta 1813.
La
verdadera revolución cruceña comienza otro 24 de septiembre. En 1813, fecha en
que llega a Santa Cruz de la Sierra quien se convertiría en su auténtico
libertador, le daría un verdadero norte a la lucha emancipadora, imprimiría
mística, e ideal de patria a la revolución y conduciría este pueblo hacia su
independencia.
Este
hombre fue el coronel argentino Ignacio Warnes. Fue un militar de carrera, había
participado en la gesta del 25 de mayo de 1810 en su ciudad natal. Fue una
figura destacada en la campaña de Paraguay hasta 1813, acompañando la
expedición del general Manuel Belgrano, creador de la bandera argentina e
impulsor de la emancipación de su país.
Santa
Cruz de la Sierra desde hacía seis meses estaba nuevamente bajo control del
coronel Antonio Suarez, luego del repliegue de Becerra, anoticiado de los
acontecimientos en el norte argentino. Warnes llegó a Santa Cruz con el título
de Gobernador que le delegó Becerra. Arribó en compañía de 25 soldados, entre
ellos el cruceño José Manuel Mercado. Hombre de gran personalidad y espíritu de
acción e imbuido de las nuevas ideas que irradiaban de Buenos Aires, Warnes
vino a encauzar la corriente de insurgencia hacia la consecución de una
libertad irrestricta con respecto a la monarquía española.
Fue
él quien trajo la novedad de llamar patriotas a los rebeldes criollos, dejando
el de realistas para los partidarios de mantenerse bajo la autoridad del rey
hispano. Luego de consecutivas y gloriosas batallas, declaró a Santa Cruz libre
y puso el nombre de republíquela al territorio emancipado. La republíquela que
instituyó en Santa Cruz, llego a ser tal en el más amplio sentido de la
palabra, dice Hernando Sanabria en su libro Breve Historia de Santa Cruz para
rematar categóricamente que “de haber sobrevivido Warnes hasta el colapso final
de la causa española en 1825, no es aventurado suponer que hubiera llevado al
pueblo cruceño por otros caminos”.
Warnes
junto al ejército 'camba', triunfó en las batallas de la Florida (25 de mayo de
1814) y Santa Bárbara (7 de octubre de 1815), afirmando la independencia de
Argentina y consolidando el dominio sobre las tierras de Chiquitos,
respectivamente.
Sobresalieron
en la lucha emancipadora, además de Warnes, el Colorao Mercado, José Manuel
Baca “Cañoto” y la valerosa dama cruceña Ana Barba.
Warnes
hizo de santa Cruz una república independiente durante el tiempo que la gobernó
y la defendió con el máximo sacrificio en la batalla del Parí en 1816.
Muerto
Warnes, su obra se disolvía. Tras la caída del gobernador de la Republiqueta,
el control vuelve a dominio español, bajo tuición y control del coronel
Francisco Xavier Aguilera, a quien había enfrentado en el Parí. Aguilera,
cruceño, pero fiel a la Corona, gobernó Santa Cruz desde 1816 hasta 1825.
Durante
ese periodo, Santa Cruz de la Sierra fue ocasionalmente ocupada por los
patriotas en incursiones efímeras que realizó “Colorao” Mercado y su gente. Al
influjo de los acontecimientos en el resto de las colonias, Aguilera se refugió
en Vallegrande. En Santa Cruz, el principal colaborador de Warnes, el coronel
mercado recupera la plaza cruceña el 14 de febrero de 1825.
Al
día siguiente, en uso pleno de su soberanía y sin recibir encargo de ninguna
otra jurisdicción, en una decisión autónoma, Santa Cruz de la Sierra, merced a
su propio cabildo se declara independiente, nombrando gobernador al civil Juan
Manuel Arias.
Así
acaba la guerra de la emancipación cruceña. Fue una lucha autónoma y
autonomista. Autónoma, porque la emprendieron los propios cruceños sin ayuda e
intromisión de nadie. Durante este tiempo no se recibió cooperación ni
solidaridad de ninguna fuerza del Alto Perú. La única contribución efectiva fue
la del ejército auxiliar argentino a través de Antonio Alvarez de Arenales e
Ignacio Warnes.
La
proclamación de independencia de Santa Cruz, del 15 de febrero de 1825
declaraba como provincias libres a las provincias de Mojos, Chiquitos,
Vallegrande, Cordillera y Santa Cruz.
Esto
ocurrió seis meses antes de que se realice en Charcas la asamblea
constituyente, bautizada por los historiadores contemporáneos como la asamblea
de tránsfugas, protagonizada por los doctores altoperuanos que cambiaron de
bando y maniobraron a sus intereses una asamblea que dio como resultado el
nacimiento de Bolivia y la inconsulta e ilegítima incorporación de Santa Cruz a
la nueva república. El camino trazado por Warnes no se borró en el pensamiento
y del ideario cruceño durante las generaciones venideras. Esta aspiración de
libertad se mantuvo y se mantiene inalterable después de dos siglos.
Este
mismo sentimiento, medio siglo después, es el que llevó, a Andrés Ibáñez a
luchar y morir por una revolución federal. Este mismo pensamiento, también 50
años después, impulsó a la Sociedad de Estudios Geográficos e Históricos a
reclamar, mediante un memorándum, que el desarrollo de Bolivia debería hacerse
desde Santa Cruz. Este mismo ideal desembocó en las sangrientas luchas cruceñas
de los años 20 por un ferrocarril. Con el mismo postulado se luchó durante la
mitad del siglo pasado por las regalías petroleras del once por ciento.
Así
ha sido para los cruceños esta aspiración libertaria. Libertad, según las
circunstancias, las épocas, los intereses y los protagonistas, puede cambiar de
significado.
Libertad,
en algún momento fue sinónimo de independencia… libertad también fue
federalismo… libertad fue desarrollo… libertad fue ferrocarril… libertad fue
regalías petroleras… libertad fue descentralización… libertad es autonomía.
De
Ñuflo de Chávez, Diego de Mendoza, Ignacio Warnes, Andrés Ibáñez y muchos
otros, hemos recibido un mandato histórico al que jamás debemos renunciar.
Mantener vivo un proyecto inacabado de libertad, cualquiera sea su forma.
*Resumen
del ensayo “La independencia de Santa Cruz, Capítulo Emancipación, en el
Bicentenario de la creación de la Republíquela Independiente de Santa Cruz”.
Delmar Méndez Aponte
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